Skateboarding a través de nuestros ojos
El skateboarding nació en California en la década de 1960. Ya en su propio origen, se nos revela la potencia innovadora a partir de la cual una cultura urbana con firmes principios creó una actividad que actualmente reconocemos como skateboarding. Este deporte, hoy en día consolidado, nació gracias a la insatisfacción de unos surferos que, inconformes tras una temporada falta de oleaje propicio para surfear, atornillaron unos ejes y unas ruedas a una tabla de madera con el anhelo de surfear el cemento. Este impulso inconformista y creador se perpetúa a lo largo del tiempo y de las diferentes generaciones que se sienten atraídas por el skateboarding.
Por eso mismo, es muy difícil que una persona que empieza a montar en skate no se sienta partícipe de esta maravillosa cultura y las gentes que la componen. El skateboarding consigue unir personas de índole muy distinta que se identifican, no obstante, con una pasión en común. Por ello, a la hora de orientar su enseñanza, es necesario detenerse a analizar algunas de sus particularidades.
Este deporte se caracteriza por su ausencia de reglamentos, por dejar vía libre a la creatividad y acoger el carácter personal de cada patinador. Gracias a esta libertad, todo patinador se siente creador y líder en su propia forma de entender el skateboarding y patina en consecuencia a ello. Fruto de estas condiciones observamos patinadores muy diferentes que se enmarcan en grandes categorías dentro del propio deporte, como pueden ser la rampa, los trucos de flat, los trucos de grind, el salto de escaleras, etc. Este aspecto inherente al skateboarding logra formar una versatilidad de estilos ilimitada entre los deportistas, resultando comprensible admirar a los demás conservando, aun así, una elevada autoestima propia, reconociéndose en cada patinador su manera singular de patinar.
Ayuda de los monitores
Los monitores se dedican, entre otras cosas, a minimizar los riesgos de caída, orientar a los aprendices para que mejoren su técnica y ayudar en la gestión emocional, pero nunca a dar órdenes o exigir ejercicios de aprendizaje específicos. Los aprendices escogen las vertientes del deporte en las que quieren mejorar sus habilidades y durante las clases se mantiene un trato personalizado para que así sea.
El enfoque de las clases está destinado a tratar este deporte como un juego, en el cual el único fin es patinar por el deleite propio y la satisfacción de los compañeros. Es evidente que la mejor manera de progresar rápidamente es disfrutar en el proceso. Para ello, durante la fase de iniciación se trabaja con el objetivo de que el patinador pueda desplazarse y desenvolverse de forma autónoma cuanto antes adquiriendo un mayor grado de libertad que le permite desarrollase con más plenitud.
La tarea fundamental de los monitores durante los primeros días es indicar la posición de los pies más adecuada para impulsarse, girar, u otros movimientos básicos. Además, es esencial la colocación de los hombros y la distribución del peso encima del skate para lograr el ejercicio. Para esto último, será imprescindible la asistencia del equipo de monitores que proporcionan, con la ayuda de sus manos, un punto físico de apoyo y una seguridad en los aprendices a la hora de realizar un movimiento. Al agarrar las manos del patinador se proporciona el socorro necesario para evitar o suavizar una caída. Este simple acto provoca la enorme disminución del riesgo de lesiones, hecho que también evita la desmotivación o temor por este deporte en los primeros pasos.
Patinar es gestionar emociones y afrontar desafíos
Aprender a patinar, como en todo deporte de riesgo, conlleva un cúmulo de sensaciones que oscilan entre la euforia y el miedo. Los monitores ayudan a gestionar los desafíos que se presentan a diario durante las clases y aconsejan a los aprendices para que puedan mantener una fiel relación entre sus expectativas y sus capacidades reales. Por ejemplo, son habituales los casos en los que el aprendiz es extremadamente temeroso y opta por no intentar movimientos para los que, realmente, (si) está capacitado. De forma opuesta, también hay aprendices especialmente temerarios a los que es pertinente prevenir de forma cautelar para que minimicen los riesgos de lesión.
Por último, nuestros monitores se ocupan de estimular a los aprendices para reforzar su motivación por la actividad. Hay determinados momentos durante las clases en que un ejercicio se puede atascar o un aprendiz puede verse bloqueado y frustrado ante un desafío. Los monitores se encargan de, ante esas situaciones, sugerir trucos estimulantes o proponer juegos grupales que contribuyan a ahuyentar las emociones negativas y volver al estado de satisfacción.
Como hemos visto, la atención del equipo de monitores hacia la experiencia emocional del deporte es esencial y continua. En consecuencia, el conjunto de lecciones se dirige y orienta sin perder de vista este propósito.